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CASTING: Hermione Jean Granger
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CASTING: Hermione Jean Granger
Y allí estaba. El frío podía ser todo un enemigo a tener en cuenta mientras caminabas por Londres. Escuchaba sus zapatos repiquetear contra los adoquines y sin embargo no lo comparaba con ninguna canción, ni siquiera con algo rítmico; había comenzado a carecer de importancia, la menos por el momento. El alma que una vez sintió libre y plena, vagaba a su lado sin saber a dónde ir, perdida. Ya hacía bastante tiempo que se había marchado, los recuerdos la golpeaban con tanta violencia que no se atrevía a respirar ni un poco más fuerte. Un leve suspiro escapó de sus labios, acariciados por el beso mortal de aquella álgida noche, apergaminados. Encontraba la boca seca y el nudo en la garganta cada vez era mayor; se podría decir que incluso asfixiante. Con trabajo, ponía un pie ante otro, intentando acopiar todo el valor y la decisión que anidasen en su enjuto cuerpo. La miraba, la miraba junto a aquella rizosa y rubia muchacha, una vez más. Podía haber crecido, pero en esencia seguía siendo la misma. Era cierto; allí estaba, Hermione Granger, la sabelotodo insufrible, otra vez.' Despertó.
Las pupilas fijas en el techo y otra vuelta más. Lo había intentado todo para lograr conciliar el sueño desde entonces, incluso contar ovejas a sabiendas de que no iba a servir de nada; medidas desesperadas para situaciones desesperadas. Ella, que jamás había creído en semejantes métodos. La relajación era importante a la hora de perderse en los brazos de Morfeo, mas imaginarse blancos y mullidos animales no lo veía precisamente útil. Pasó una mano por debajo de la almohada y acomodó su rostro intentando no pensar en nada, mas su cerebro parecía querer explotar. ‘Él se acercará a ti cuando dejes de esperarlo.’, necesitó varios segundos para digerir lo que se le acababa de pasar por la cabeza. ¿Quería dejar de martirizarse ya? Era su nombre y no el de Lavender el que había escapado de sus labios. Cambió de lado, consciente de que aún era muy temprano.
Aquella tarde por fin había terminado los deberes de Pociones, después de estar dos horas con el trabajo que el profesor les había impuesto. No era muy difícil, pues trataba sobre la Poción Multijugos, la cuál ya habían aprendido en años anteriores –con resultados ciertamente felinos-, pero de todas formas esta vez les había sido encargado el darle un enfoque personal y proponer una posible mejora de la fórmula. Ella, sin lugar a dudas, se había documentado en la Biblioteca y había llegado a una conclusión que creía que sería la adecuada. Siempre lo era. Nunca se estaba tan cerca de la verdad como se pensaba, pero tampoco tan alejado como algunos querían hacer creer, era algo más bien subjetivo, de esas cosas que seguramente para unos es y para otros no; son cosas que ocurren en una sociedad tan inmensa. Pero necesitaba pensar en eso, el saber lo que ocurría verdaderamente y no información incompleta y desordenada, eso no iba con su persona. Melancolía: extraña dolencia del alma que agujerea al cuerpo; de sabor agridulce. Un poeta le otorgó un pico voraz y dolorosamente tierno. Otro poeta la llamó rosa del aliento y damisela soledad. Para el sujeto desprevenido, la melancolía puede ser -en definitiva suena así y origina confusiones varias- un dulce tentador. Ingerir en grandes proporciones puede ocasionar trastornos serios en los recuerdos y desequilibrar la dieta de vida de cada jornada. Es improbable que un animal sentipensante pueda existir sin haber paladeado alguna vez un poco de ella. Solamente aquel que construye futuro tiene derecho a juzgar el pasado. Los árboles, las flores, la hierba, vuelven a encontrar periódicamente su brillo y su esplendor, su perfume y su juventud. Sólo el hombre muere un poco cada año.
Se incorporó, para qué estar tumbada si no conseguía volver a dormirse. Desvió la mirada hacia la ventana y retuvo un suspiro, uno solo, que luchaba por salir. A pesar de ser aún muy de madrugada, encontraba su cerebro vivo, demasiado activo incluso para su gusto. Últimamente las cosas no habían ido precisamente bien y mentiría si afirmase que no estaba asustada. No eran valientes los que nunca tenían miedo, sólo temerarios que perderían la vida; valientes eran los que temían algo y lo enfrentaban para intentar que ello no condicionase a sus vidas. Echó un vistazo a la mesilla de noche, en la cuál reposaba el libro que descansaba allí desde hacía unos días.’ Guía de la Transformación, nivel superior.’, a fin de cuentas, por mucho que le agradase leer y pudiera considerar los libros como verdaderos amigos, no conseguía verlos como prioridad, ya no. Era diferente hasta para eso. Hermione se había criado con La Cenicienta, Blancanieves y todo ese tipo de historias que su madre le había contado multitud de veces antes de irse a dormir. Aun así, algo de lo que estaba aconteciendo escapaba a su intelecto, lo que hería su orgullo y a la vez la hacía darse cuenta de que no era infalible, ni mucho menos. Ya lo sabía, lo único que necesitaba era creerlo de verdad.
Nada era igual desde el final de sexto curso; bueno, nada excepto las bromas de Fred y George, siempre tan inoportunas. En más de una ocasión Molly había puntualizado que no quería recibir más cartas de Hogwarts que la informasen que ambos habían acabado explotando un inodoro; al menos de eso no tendría que preocuparse, eran un año mayores y por lo tanto ya no estudiaban en Hogwarts. Por mucho que la castaña puntualizase que no eran bromas de buen gusto o que les valdría más centrarse por una vez, muchas de ellas conseguían arañarle una sonrisa, de esas sinceras y que no sabían de malicia alguna. Percibió el tacto frío del suelo contra sus pies desnudos y los retiró debido a un acto reflejo, sería mejor que buscase las zapatillas si no quería coger un resfriado o algo por el estilo. Todas dormían y Hermione lo sentía por ellas. Sabía que estaban asustadas, tanto o más que ella misma, puesto que sabía más de lo que les habían informado. Había sido muy brusca con Harry el día anterior, mas no podía ser conocedora de cuan mal le sentaría el que alguna vez fuese mejor que ella en algo más que Defensa Contra las Artes Oscuras. Y todo por ese libro, no iba a traer más que desgracias.
Bufó, contrariada, después de tantos años y su amigo seguía sin aprender. Pie derecho en la zapatilla, el otro también. Abandonó el lecho y se dispuso a sentarse en el alféizar de la ventana, sin demasiado entusiasmo. Quizás lo mejor sería darle rienda suelta a sus pensamientos, por mucho que hicieran pedazo su orgullo, pues nadie tenía por qué enterarse. Llevaba sin hablarse con Ronald tres o cuatro meses; bueno, cuatro meses, dos semanas, cinco días. Su subconsciente parecía llevar cuenta de ello desde que fue testigo de cierta escena junto a Lavender en la sala común. Que Hermione supiese, no había sido la rubia la que había conjurado un Confundus para que Cormac McLaggen perdiese, saltándose las normas. Sí, porque era consciente de que él era su excepción, algo que la hacía estar bastante confundida al respecto. Además añadir que lo había hecho para darle su merecido a tal engreído, McLaggen hacía que Grawp a su lado pareciese un caballero en toda regla. Nunca se arrepentiría de lo hecho, estaría orgullosa en todo caso.
La luna aún brillaba en el cielo, impertérrita. Sí que se parecía a aquella extraña muchacha de despeinados cabellos y semblante soñador, sí. Decir que estaba loca era poco, mas ya había dejado de pensarlo de la misma manera que en quinto curso; ahora era más bien con cariño y profundo afecto hacia ella, por mucho que lograse sacarla de quicio. Apoyó la mejilla en el muro de piedra, cercano a la ventana; qué frío estaba. Allí, hecha un ovillo y sin ninguna intención de volver a moverse, estaba cómoda y bastante mejor que tumbada en la cama sin hacer nada. Lloviznaba ligeramente, se lograba entrever en las ventanas a pesar de que aún no contaba con la suficiente luz como para percibirlo con claridad. No se lo esperaba, pero el corazón comenzó a pesarle de una manera poco llevadera. La oprimía y la hacía sentirse más estúpida que nunca. Hermione Granger, la devora libros, la sabelotodo insufrible, la que parecía dar más importancia a los estudios que a las personas, estaba sufriendo por amor. Calló sus ideas, frenó una lágrima y decidió que sería mejor cavilar sobre sus clases del día siguiente, Snape se estaba volviendo muy estricto últimamente.
Las pupilas fijas en el techo y otra vuelta más. Lo había intentado todo para lograr conciliar el sueño desde entonces, incluso contar ovejas a sabiendas de que no iba a servir de nada; medidas desesperadas para situaciones desesperadas. Ella, que jamás había creído en semejantes métodos. La relajación era importante a la hora de perderse en los brazos de Morfeo, mas imaginarse blancos y mullidos animales no lo veía precisamente útil. Pasó una mano por debajo de la almohada y acomodó su rostro intentando no pensar en nada, mas su cerebro parecía querer explotar. ‘Él se acercará a ti cuando dejes de esperarlo.’, necesitó varios segundos para digerir lo que se le acababa de pasar por la cabeza. ¿Quería dejar de martirizarse ya? Era su nombre y no el de Lavender el que había escapado de sus labios. Cambió de lado, consciente de que aún era muy temprano.
Aquella tarde por fin había terminado los deberes de Pociones, después de estar dos horas con el trabajo que el profesor les había impuesto. No era muy difícil, pues trataba sobre la Poción Multijugos, la cuál ya habían aprendido en años anteriores –con resultados ciertamente felinos-, pero de todas formas esta vez les había sido encargado el darle un enfoque personal y proponer una posible mejora de la fórmula. Ella, sin lugar a dudas, se había documentado en la Biblioteca y había llegado a una conclusión que creía que sería la adecuada. Siempre lo era. Nunca se estaba tan cerca de la verdad como se pensaba, pero tampoco tan alejado como algunos querían hacer creer, era algo más bien subjetivo, de esas cosas que seguramente para unos es y para otros no; son cosas que ocurren en una sociedad tan inmensa. Pero necesitaba pensar en eso, el saber lo que ocurría verdaderamente y no información incompleta y desordenada, eso no iba con su persona. Melancolía: extraña dolencia del alma que agujerea al cuerpo; de sabor agridulce. Un poeta le otorgó un pico voraz y dolorosamente tierno. Otro poeta la llamó rosa del aliento y damisela soledad. Para el sujeto desprevenido, la melancolía puede ser -en definitiva suena así y origina confusiones varias- un dulce tentador. Ingerir en grandes proporciones puede ocasionar trastornos serios en los recuerdos y desequilibrar la dieta de vida de cada jornada. Es improbable que un animal sentipensante pueda existir sin haber paladeado alguna vez un poco de ella. Solamente aquel que construye futuro tiene derecho a juzgar el pasado. Los árboles, las flores, la hierba, vuelven a encontrar periódicamente su brillo y su esplendor, su perfume y su juventud. Sólo el hombre muere un poco cada año.
Se incorporó, para qué estar tumbada si no conseguía volver a dormirse. Desvió la mirada hacia la ventana y retuvo un suspiro, uno solo, que luchaba por salir. A pesar de ser aún muy de madrugada, encontraba su cerebro vivo, demasiado activo incluso para su gusto. Últimamente las cosas no habían ido precisamente bien y mentiría si afirmase que no estaba asustada. No eran valientes los que nunca tenían miedo, sólo temerarios que perderían la vida; valientes eran los que temían algo y lo enfrentaban para intentar que ello no condicionase a sus vidas. Echó un vistazo a la mesilla de noche, en la cuál reposaba el libro que descansaba allí desde hacía unos días.’ Guía de la Transformación, nivel superior.’, a fin de cuentas, por mucho que le agradase leer y pudiera considerar los libros como verdaderos amigos, no conseguía verlos como prioridad, ya no. Era diferente hasta para eso. Hermione se había criado con La Cenicienta, Blancanieves y todo ese tipo de historias que su madre le había contado multitud de veces antes de irse a dormir. Aun así, algo de lo que estaba aconteciendo escapaba a su intelecto, lo que hería su orgullo y a la vez la hacía darse cuenta de que no era infalible, ni mucho menos. Ya lo sabía, lo único que necesitaba era creerlo de verdad.
Nada era igual desde el final de sexto curso; bueno, nada excepto las bromas de Fred y George, siempre tan inoportunas. En más de una ocasión Molly había puntualizado que no quería recibir más cartas de Hogwarts que la informasen que ambos habían acabado explotando un inodoro; al menos de eso no tendría que preocuparse, eran un año mayores y por lo tanto ya no estudiaban en Hogwarts. Por mucho que la castaña puntualizase que no eran bromas de buen gusto o que les valdría más centrarse por una vez, muchas de ellas conseguían arañarle una sonrisa, de esas sinceras y que no sabían de malicia alguna. Percibió el tacto frío del suelo contra sus pies desnudos y los retiró debido a un acto reflejo, sería mejor que buscase las zapatillas si no quería coger un resfriado o algo por el estilo. Todas dormían y Hermione lo sentía por ellas. Sabía que estaban asustadas, tanto o más que ella misma, puesto que sabía más de lo que les habían informado. Había sido muy brusca con Harry el día anterior, mas no podía ser conocedora de cuan mal le sentaría el que alguna vez fuese mejor que ella en algo más que Defensa Contra las Artes Oscuras. Y todo por ese libro, no iba a traer más que desgracias.
Bufó, contrariada, después de tantos años y su amigo seguía sin aprender. Pie derecho en la zapatilla, el otro también. Abandonó el lecho y se dispuso a sentarse en el alféizar de la ventana, sin demasiado entusiasmo. Quizás lo mejor sería darle rienda suelta a sus pensamientos, por mucho que hicieran pedazo su orgullo, pues nadie tenía por qué enterarse. Llevaba sin hablarse con Ronald tres o cuatro meses; bueno, cuatro meses, dos semanas, cinco días. Su subconsciente parecía llevar cuenta de ello desde que fue testigo de cierta escena junto a Lavender en la sala común. Que Hermione supiese, no había sido la rubia la que había conjurado un Confundus para que Cormac McLaggen perdiese, saltándose las normas. Sí, porque era consciente de que él era su excepción, algo que la hacía estar bastante confundida al respecto. Además añadir que lo había hecho para darle su merecido a tal engreído, McLaggen hacía que Grawp a su lado pareciese un caballero en toda regla. Nunca se arrepentiría de lo hecho, estaría orgullosa en todo caso.
La luna aún brillaba en el cielo, impertérrita. Sí que se parecía a aquella extraña muchacha de despeinados cabellos y semblante soñador, sí. Decir que estaba loca era poco, mas ya había dejado de pensarlo de la misma manera que en quinto curso; ahora era más bien con cariño y profundo afecto hacia ella, por mucho que lograse sacarla de quicio. Apoyó la mejilla en el muro de piedra, cercano a la ventana; qué frío estaba. Allí, hecha un ovillo y sin ninguna intención de volver a moverse, estaba cómoda y bastante mejor que tumbada en la cama sin hacer nada. Lloviznaba ligeramente, se lograba entrever en las ventanas a pesar de que aún no contaba con la suficiente luz como para percibirlo con claridad. No se lo esperaba, pero el corazón comenzó a pesarle de una manera poco llevadera. La oprimía y la hacía sentirse más estúpida que nunca. Hermione Granger, la devora libros, la sabelotodo insufrible, la que parecía dar más importancia a los estudios que a las personas, estaba sufriendo por amor. Calló sus ideas, frenó una lágrima y decidió que sería mejor cavilar sobre sus clases del día siguiente, Snape se estaba volviendo muy estricto últimamente.
Hermione J. Granger- Orden del fenix
- Mensajes : 8
Fecha de inscripción : 11/06/2012
Re: CASTING: Hermione Jean Granger
Excelente Casting, felicidades.
Time Turners- Mensajes : 62
Fecha de inscripción : 01/06/2012
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Vie Nov 09, 2012 2:20 pm por Invitado
» Cannon Sly
Lun Sep 17, 2012 1:29 am por Rowena Ravenclaw
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Mar Jul 24, 2012 4:07 am por Invitado
» Rebelion Hogwarts (PJES CANON LIBRES) CONFIRMACION ELITE
Jue Jul 12, 2012 11:33 pm por Invitado
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Miér Jun 27, 2012 7:29 pm por Invitado
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